Reflexión de cuarentena: Abril 24 2020 Recordando el ayer.

Recordando la historia con mis condiscípulos
Escrito el 24 de Abril del 2020.

Comienzo con una aclaración que sería la nota final del articulo: "Escribo esto porque comunicarlo de manera hablada no puedo, he perdido mucho mi voz, se encuentra afectada por una enfermedad grave de la que estoy seguro lograré recuperarme".
Todos los tiempos de la vida son significativos, pero al igual que muchos hubo una época especial que sopesa sobre otras y se convirtió en un recuerdo imperecedero, las del tránsito escolar, periodo en el que los padres pusieron las vidas de sus hijos en las manos de instituciones escolares esperando que hicieran de ellos unas personas útiles para que algún día fueran buenos ciudadanos.

En nuestro alocado y algunas veces desfachatado caminar posiblemente tomamos caminos inciertos y oscuros que indicaban no conducirnos a la meta del bien tan esperada y anhelada, pero nada fue en vano, al menos sucedió con mi vida, todo lo experimentado fue aprendizaje, el tiempo me enseñó a valorar la vida, a respetar a mis semejantes y a comportarme con toda la decencia posible dentro del marco de los principios y valores, además, sembró algo que se llama aprecio de los amigos, entre ellos ustedes, mis condiscípulos.

Tuvimos una pubertad en la época de cambios donde las preguntas superaban las respuestas, un tiempo alocado matizado por el rocanrol y las largas melenas de aquellos hippies mal llamados “desadaptados, o rebeldes sin causa”. Si, fuimos de esa generación, en la que leíamos libros censurados y manifestábamos identificarnos con teorías raras algunas veces semi izquierda y otras veces existencialistas. Al menos yo era así, si acaso lo recuerdan.

Muchos de nosotros por esas acciones atrevidas hicimos enfadar demasiado a nuestros padres y también a los maestros, fumamos marihuana, nos dejamos crecer el pelo y exhibíamos con orgullo esa primera barba creyendo que el aspecto desagradable era la expresión de una causa que no teníamos clara, pero nos marcaba como diferentes y rebeldes.

Regaños, castigos y hasta correa me gané cuando decidí desteñir los jeans y deshilacharlos, a la vez que compré iris para tinturar las camisetas para decorarlas con ruedas descoloridas y símbolos de paz con los que me identificaba usando como instrumentos una cabuya o el cordón del zapato.

Tiempos aquellos que quedaron grabados en mi memoria, aún recuerdo ese sentimiento que me producía asumir la postura bohemia sentado en el parque con un libro en la mano, la cañita de ron en mi mochila y un cigarrillo pielroja.

Tomé importantes decisiones, entre ellas mandar al carajo todos los convencionalismos y lanzarme a estudiar filosofía alternada con mi pasión por las tablas haciendo teatro al estilo Ionesco, y dedicando mis noches a pintar con oleos, carboncillo y escribir pensamientos y poemas que aún conservo y que dieron origen a uno de ms libros.


Tuve la oportunidad de recorrer Colombia a dedo, si, hice “auto stop” porque con este nombre se le da más prestigio a la osadía de largarse de casa y exponerse al mundo. En aquel tiempo, el año 79 con solo $ 900 que, aunque era el salario mínimo de una semana de trabajo rural, no alcanzaba para mayor cosa.

Recité poemas en la plaza pública, tendí una tela y cartón en los andenes para vender llaveros de resina y otras artesanías.

Puedo decir que de cerca conocí la caridad, lógicamente, por la mano de personas pobres que compartían lo poco que tenían con el que la necesitaba, en esos momentos yo era uno de ellos.

Fui acosado, ignorado y humillado por personas que gozaban del privilegio de pertenecer a una buena posición social con capacidad económica, y que habían aprendido a cultivar una actitud displicente y arrogante.

En mi ajetreado caminar en busca de una verdad y un motivo, me reencontré con aquella chica que ya había despertado mariposas en mi vida, por fin, mi polo a tierra. Desde que le conocí hasta que nos casamos pasaron 10 años en los que me desconectaba y reconectaba nuevamente con una serie de ideales, utopías y formalismos convencionales de una sociedad absorbente que lo que más sabe es censurar, juzgar y doblegar voluntades.

Han pasado 35 años desde que me corté el cabello y decidí rasurarme para ponerme un traje de smoking y llevarla al altar donde le declaré mi amor comprometiéndome a que la haría feliz hasta que la muerte nos separe, ceremonia amenizada por otro soñador de locuras similares a la mía, Fernando José Abadía a quien recuerdo con mucho cariño.

Con mi chica de esos tiempos hemos logrado construir un lindo hogar en una relación estable con todos los altibajos propios de una convivencia, pero que no logran ser razón para arrepentirnos por decisiones tomadas en tiempos pasados.  

Dios, ella y la vida misma me han dado la dicha de hacerme padre de dos hijos de quienes me siento orgulloso por lo que son y lo que han logrado, y lo mejor, es que aprendieron lo más importante que siempre quise darles, un buen ejemplo que se refleja cuando ellos también han decidido formar sus hogares fortalecidos en el amor, la alegría y el respeto, dándole más importancia que a tener una fría y lujosa casa con piso en porcelanato.

Mi vida productiva la dediqué a dar conferencias de motivación y a realizar procesos educativos combinados con la publicidad y el mercadeo, aprovechando mi facultad y capacidad impetuosa para trasmitir y hablar ante cientos y miles de personas como también de mi habilidad idealista y soñadora, por lo que pude así ganarme el sustento y educarles, permitiéndome recorrer el país entero y cientos de regiones.

Era muy regular escuchar: “Tienes un don y una capacidad admirable: tu voz, la actitud, la fuerza física que permite transmitir, pero ante todo la maravillosa capacidad de tocar corazones”

El amor por la vida, mi pensamiento diferente y la capacidad de transmitir fueron el insumo principal de mi negocio que me permitió plantearme un ocaso con cierta tranquilidad, siempre esperada.

En el andar de mi vida cumplí otros sueños, he editado 3 libros, el primero, una edición corta en la que recopilé mis poemas y pensamientos de los años 70; el segundo de carácter empresarial de manera alegórica presento experiencias de las consultorías con el objetivo de orientar a los emprendedores; y el último, mi primera novela, que ha tocado muchos corazones y que hoy, con esto que vivimos, la pandemia y cuarentena, llega como añillo al dedo: “Creí haber vivido”, una historia que nos hace cuestionar sobre aquello que realmente es importante en la vida: El sentido que tiene la vida.

Pero nada está escrito con tinta indeleble, y por más que tengamos planes a futuro, las cosas pueden cambiar su rumbo, inclusive la vida misma cobra su factura más si tuvimos algún tipo de abuso. El año anterior me diagnosticaron EFISEMA y EPOC, algo que se suma a mis problemas cardiacos, pero lo peor, es que hoy tengo mucho tiempo afectada de manera severa la voz, además de estar debilitada no puedo sostener una conversación por mucho tiempo.

Sigo siendo emocional y por ende esto me causa cierta tristeza y algo de angustia, pero tengo claro que no permitiré que esto se convierta en un freno del resto de mi vida, los sueños y la vida continúan y aunque aparezca un nuevo camino de carácter incierto y complicado, me obliga a virar para hayar la manera de sortearlo, algo para lo que estoy dispuesto y preparado, más, con todo lo que he aprendido. Debo seguir adelante igual como lo hace el agua cuando se le interpone un obstáculo, no se detiene, simplemente los rodea y busca un nuevo cauce.

No siempre se vive como se quiere, y eso es lo que en estos tiempos de cuarentena estamos reaprendiendo, no porque hoy estemos limitados a hacer lo que siempre hacíamos. Lo mayor reflexión radica es que ahora posiblemente nos damos cuenta de que actuábamos y vivíamos no como queríamos, es decir, la vida que llevábamos era una rutina sin sentido. Es como si se actuara y viviéramos por reflejo, por un impulso que alguien dio a nuestras vidas, y que no sabemos quién lo hizo y porque lo aceptamos.

Corrimos mucho para conquistar títulos, rangos, cargos y llenarnos de cosas que ahora no tienen valor alguno, gastamos demasiado tiempo de nuestras vidas para atender personas por las que no teníamos mayor simpatía pero que la vida social nos exigía hacerlo, dejando de lado a esos seres queridos que en estos momentos añoramos y deseamos tener cerca para abrazarles.

Llegamos a ufanarnos y sentirnos poderosos por el carro que estrenamos y por la adquisición de bienes que tenemos despertando envidias, y que ahora lleva varios días parqueado y no nos sirve para nada, ni siquiera para descansar dentro del mismo.

Algunas veces nos enfadamos porque alguien causó daño a uno de nuestros preciados bienes, o porque se atrevió a desafiar nuestra autoridad o rango.

Eso confirma lo equivocados que estábamos: La mayor riqueza no es lo que tengamos o tuvimos, es algo más, es el disfrute de la vida misma en compañía de seres especiales, seres amados y queridos, aquellos que creemos que vamos a tener por siempre, pero que ahora la situación nos indica que quizás más allá del ahora, nunca lo sabremos.

No es lo material, hay algo que es más espiritual y emocional, porque si fuera solo aquello que podemos medir por volumen, peso y costo, no necesitaríamos lo que ahora añoramos, la compañía de personas amadas, la voz del amigo, la oportunidad de sonreír junto a alguien o de reír a carcajadas con aquellos que así digan cosas sin sentido, tienen esa capacidad de alegrarnos el momento.

La vida son instantes para disfrutar un ocaso pasando nuestro brazo por el hombro de una persona que amamos, es el placer de compartir en silencio un buen momento con un ser amado, es la oportunidad de decir un te quiero.

Llegamos a creer que el statu quo era una meta y que la riqueza material un objetivo, pero ahora se confirma mi visión manifestada en el libro “Creí haber vivido”, título que deriva de otra manera de decir “Cuando nos damos cuenta que la vida que se llevó fue toda una mentira”.

Era más real el mundo imaginario de Alicia en el país de las maravillas, que el nuestro, al menos ella fue feliz y creó los motivos que le llenaron de ilusión y le mantuvieron en una actitud mental positiva, no como la que han experimentado cientos de personas amargadas y malhumoradas que aprendieron a sonreír solo cando les conviene, sin actitud y emoción por la oportunidad de tener un nuevo día.

Ahora es un momento apropiado para mirarnos al espejo entendiendo que el reflejo de nuestra propia imagen es tu persona de forma opuesta, la izquierda a la derecha, y la derecha a la izquierda, lo que nos muestra una realidad dual, sin saber cuál de las dos imágenes es la verdadera.

Llegamos a creer que teníamos la vida comprada, que duraríamos muchos años, pero hoy no sabemos que puede pasar con nosotros o con nuestros seres queridos, así que, es hora de tomar importantes decisiones y hacernos las preguntas, ¿He vivido realmente? ¿Ha tenido sentido mi vida? Lo poco o mucho que me queda, ¿cómo quiero vivirlo? ¿Qué cosas importantes he dejado de hacer y como buscaré hacerlas así sea en cuarentena? ¿Qué tengo pendiente en mi vida? ¿He declarado mi amor, soy sincero con mis sentimientos?

Llegó el momento de ser sabios y dejar lo soberbio, de hacernos más humanos y dejar de lado lo robotizados y el predominio de nuestro cerebro reptiliano.



Así amigos que ahora con mayor razón entiendo la irreverencia y la desenfrenada explosión de dicha manifestada cuando disfrutábamos aquellos instantes que la juventud permitió ofrecernos, convirtiéndose algunas veces en motivo para ser castigados y reseñados sin saberlo, y que, en lo particular, a mí me generó el destierro después de once años de ser parte de esa prestigiosa institución educativa que confería una sensación de seguridad y confianza a nuestros padres.

Doloroso momento, …aún lo recuerdo. No ocultare la verdad. Llore demasiado, esa expulsión me causó un dolor intenso, y no por lo que significaba para mí el sistema educativo o la entidad educativa, me desgarraba el corazón apartarme de mis verdaderos y desquiciados amigos que ese prestigioso claustro permitió proporcionarme.

Creo en el poder de Dios y la fuerza de voluntad que me permitirá superar estas nuevas dificultades, esperando tener la dicha de saber y preferiblemente compartir nuevamente un espacio con ustedes y recordar esos momentos llenos de vida, hoy en un cuerpo algo cansado.

Para ustedes y sus familias, Dios les proteja y les permita en estos inciertos momentos de cuarentena donde abrazamos una esperanza con una realidad latente que nos amenaza desde afuera, para tomar las mejores y más serias decisiones que a nuestra edad debemos plantearnos.

Escrito por Tito González S., Abril 24 del 2020

Comentarios

  1. Me ha conmovido tu testimonio y tu estado actual y quiero expresarte que desde pretéritas épocas a las que aludes cuando te conocí en las aulas, no ha cesado mi admiración por ti, por tus pensamientos, tu actitud frente a la vida, tu libertad para ser tu mismo, tu valentía por conocerte y enfrentarte contigo, para que esa vivencia fuera el soporte ahora condensado para disfrutar tu auténtica y feliz vida. Quisiera leer tus obras. Desearte que te recuperes bien y pronto. Recibe mi afecto que permanece intacto de las aulas de la calle 5a en Cali ve.....abrazo solidario amigo Tito

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  2. Tenemos una historia de los mejores ,época añorada,las primeras noviecitas , Aquel grupo con Memeto ,Miguel ,Emiliano etc.
    Tenemos un pendiente.
    Estoy con el comentario de
    Don Juan buen amigo,que te mejores.Recibe un fuerte abrazo.

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  3. Viejo Tito, las experiencias vividas en esos tiempos difíciles de nuestra juventud nunca se olvidarán. Después de este testimonio que relatas me llegan a mi cabeza mucho recuerdos de los momentos que compartimos, en especial uno cuando nos bajabamos de la blanco y negro, en roaster y nos tomábamos una cerveza antes de irnos para nuestras casas. Son muchos.
    Habrá tiempo para recordar muchos más momentos, por ahora a cuidarse pará salir adelante de las circunstancias adversas y poder cuidar a la nieta. Un abrazo sincero

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