La virtud de un buen amigo.
A mitad del año escolar entró a la escuela un
chico, Felipe, quien venía de un pueblo pequeño, su padre, una persona del
campo, experto en la manipulación de frutas y verduras había sido contratado
por una tienda de abarrotes que estaba presente en grandes superficies, por lo
que debía radicarse en la gran ciudad.
Sus raíces culturales
campesinas propias de las personas del campo, evidenciaban una serie de
costumbres y comportamientos, tanto en su vestir como en el modo de hablar y
comportarse, siendo modales humildes y sanos, pero que para los otros chicos de
la escuela era motivo de burlas y chacotas que iniciaron casi de inmediato.
El pueblerino, el campesino y
hasta el tontín le decían los otros niños de la clase.
Ellos, los demás alumnos, no
perdían oportunidad para mofarse del niño y ponerlo en ridículo, lo que se fue
haciendo muy frecuente y delante de cualquier persona.
Felipe se mantenía callado,
trataba de ignorarlos, al menos nunca mostró agresividad ni se igualó a sus
verdugos, no decía nada, cuando le tumbaban sus libros solamente se agachaba en
silencio, los recogía y seguía su camino.
Es un cobarde, es una gallina
le decía Jaime, el muchacho que más disfrutaba ofendiéndolo.
Una mañana que Felipe se
dirigía a la escuela, vio que un furioso perro de gran tamaño, perseguía a
Jaime con la intención de morderlo.
Felipe, sin dudarlo, soltó sus
libros y cuadernos, y sin pensarlo dos veces su reacción fue alcanzar un palo
para salir en defensa de su compañero. Jaime alcanzó a treparse en un pequeño y
quebradizo arbusto, mientras que el perro continuaba dando vueltas y ladrando en
señal de agresión.
Con toda la confianza que
tiene una persona que ha vivido en el campo, Felipe se le enfrentó al perro
hasta que hizo que se alejará y dejará de acosar a Jaime.
Jaime, muy asustado bajó del
árbol e inmediatamente dio gracias a Miguel por su acto de valentía, a la vez
que le pregunto: —¿Felipe, por qué me ayudó si yo a usted siempre lo he
estado molestando? ¿Acaso usted no me tiene rabia?
Felipe le contestó: —No, ni
más faltaba que yo le tuviera rabia, pues yo a usted casi no le conozco,
además, usted nunca ha logrado molestarme, usted mismo era el que se mantenía
furioso porque yo no le respondía sus insultos. Yo tan solo esperaba una
oportunidad para demostrarle que puedo ser su amigo.
Jaime se sintió apenado por
haber mantenido una actitud ofensiva contra alguien que era capaz de
arriesgarse para ayudar a los demás. Desde ese día Jaime cambió con Felipe y
estuvo dispuesto, no solamente a ser su amigo, sino también a buscar que los otros
compañeros lo respetarán.
Felipe, con su actitud y con
su forma de ser, les enseñó a Jaime y a sus demás chicos de la calse que la
nobleza es más fuerte que la arrogancia.
Desde ese momento, Felipe pasó
a ser el líder positivo que el grupo necesitaba.
Por Tito
González S.
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