EL LIBRO DE LA VIDA.
Rafael era un hombre sencillo que se
confundía con el común de la gente. Debido a su dedicación y esmero la vida le
fue premiando hasta que con el tiempo fue ganando mejor posición social,
llegando a un cargo alto que le dio la oportunidad de saborear el poder en una
categoría de mejor nivel.
Su nuevo estilo de vida y el poder mismo,
lo cambiaron. Dejó de lado la cordialidad, el respeto y aquellos valores
humanos que durante su vida habían prevalecido.
Empezó a asumir una actitud típica de pedantería
y la arrogancia, clásica en las personas que creen haber cogido el mundo con
sus manos. El trato para con sus colaboradores de la empresa empezó a ser displicente,
inclusive con los proveedores y hasta con su propio grupo familiar.
Se convirtió en una persona irónica,
burlona y a flor de labios siempre tenía una palabra sarcástica con el firme
propósito de hacer sentir mal a los demás: se le subió el éxito a la cabeza.
Así pasó un largo tiempo, se acostumbró a
vivir entre lujos y frivolidades, se olvidó de los amigos de la infancia y de
los tiempos viejos.
Para él, las únicas personas que merecían
respeto y hacían parte de sus expresiones de admiración, eran los jefes y el
grupo social con que se rodeaba en su actual trabajo.
Pero el tiempo sin intención de venganza
enseña. Algún día llegó a la empresa y tuvo una inesperada sorpresa. De manera
casi súbita les llegó un embargo y se les quitó los permisos de operación que
les obligaba a el cierre definitivo. No había nada que hacer. Los socios principales
mientras tanto se estaban declarando en quiebra.
Entre este maremagno de cosas que sucedían,
uno de sus propios jefes culpó a Rafael de lo que estaba sucediendo en la empresa:
—Claro, éste aparecido se dedicó a vivir
como un príncipe y se olvidó de hacer bien su trabajo –
Después de muchas reuniones, descargos y
aclaraciones, sucedió lo que se esperaba, Rafael salió despedido y sin
liquidación alguna, lo que le dejó totalmente desorganizado.
Siendo mala la situación en que quedaba
Rafael, había algo más delicado y preocupante, durante el corto tiempo de éxito
saboreado se había ganado la antipatía de sus compañeros de trabajo, de muchos clientes
y proveedores, y hasta había discrepado con familiares llegando a la ruptura de
las relaciones afectando los vínculos afectivos.
En un principio no quiso reconocer su
delicado estado y siguió asumiendo una actitud arrogante y pretenciosa, pero la
situación económica misma hizo que al cabo de los meses empezara a buscar
trabajo en otras empresas.
Visitó a algunas personas que creía
amigos, algunos de sus clientes, a los mismos proveedores y en todas partes
solo encontraba puertas cerradas que él mismo, con su forma de ser, había clausurado
desde hacía mucho tiempo.
Algunos aprovecharon para cobrarse la
deuda: ¿Recuerde usted como me trató y como fue conmigo, así que, por qué
cree que le daré apoyo?
Pasaban los días y su situación empeoraba llevándole
a un estado emocional muy preocupante. Ya no lucir tan bien como antes, le tocó
que vender el auto y otros artículos costosos que había comprado, pero con esto
tan solo solucionaba lo de pocos días.
Su misma presentación personal fue
cambiando, se notaba deslucido, y por más que intentaba, incluso con algunos
familiares que estaban ubicados en otros trabajos o que tenían un pequeño
negocio el cual había sido motivo de burla por Rafael, no le ayudaban.
Cierto día Rafael se encontraba sentado en
un parque, totalmente desanimado por lo que le sucedía, pensando en qué hacer y
dónde acudir y sin estar muy lejos, pudo divisar que Jorge, un anterior
empleado suyo que le sirvió de conductor, y al cual él había despedido de forma
grosera.
Rafael recordó lo que con Jorge había acontecido,
este señor se atrevió a reclamarle un día en la oficina cuando él de manera descortés
trataba a una empleada. Jorge acudió a la defensa de la compañera y por este
motivo Rafael lo reporto a talento humano, para que, con justa causa, por grosería
y altanería para con el jefe, fiera despedido de ipso facto sin derecho a liquidación
alguna.
Rafael se había enterado que Jorge había
montado una pequeña distribuidora de productos populares, y en esos momentos se
encontraba bajando una mercancía en un pequeño mercado de barrio.
Jorge alcanzó a divisar a Rafael, y sin
dudarlo, cerró el carro y se dirigió a saludarlo.
Rafael solo esperaba que Jorge, quien ya
sabía su situación, le recordara los hechos anteriores por lo que lo había
despedido. Pero para sorpresa suya, encontró en él una persona muy amable,
quien le dijo:
—Don Rafael, me he dado cuenta que usted
esta buscando trabajo y aún no ha podido conseguirlo, como se dará cuenta, yo
monté mi propio negocio y necesito una persona que me colabore en la
administración del mismo, una persona como usted sería el ideal, pero a mi me
daría pena proponerle esto, pues estoy seguro que busca algo mejor, y en mi
negocio no tengo como pagarle todo lo que usted cobraría.
Rafael quedó casi mudo, pero haciendo un
esfuerzo contesto: —Jorge, lo que me propongan será bien venido, a mi es a
quien le da pena por lo que sucedió anteriormente, no soy capaz ni de mirarlo a
los ojos.
Jorge, con una sonrisa benevolente, le
contestó: —Don Rafael, no se recrimine más por lo que pasó, mire que la vida
es demasiado generosa, y siempre nos enseña, lo hace de muchas maneras.
—Con lo que sucedió de parte suya para
conmigo en aquel tiempo, fue una lección de vida, me di cuenta que por nada del
mundo debo doblegarme a perder mi criterio y mis creencias. Yo pude humillármele
a usted y ser como usted quisiera que fuera para no perder el puesto, pero no
lo hice, y de haberlo hecho hubiera seguido siendo un conductor, ahora desempleado
como usted.
—Mire lo que me sucedió, afiance más mis
creencias, estimule mi espíritu emprendedor y a pesar de que en un principio
pase dificultades, ellas me formaron y hoy vivo agradecido con lo que sucedió,
usted tan solo fue un instrumento para que yo me conociera más y para valorarme
mejor. Y con respecto a usted, no tome a mal lo que esta sucediéndole en su
vida, es una enseñanza, lo importante es que esté atento a leer el libro del
tiempo de su vida. Realmente, yo tengo a usted, más que agradecerle, que
recriminarle.
Rafael bajo la mirada y pensó en sus
palabras.
Jorge, le puso la mano en el hombro y le
dijo: —Don Rafael, si yo puedo hacer algo por usted, no lo dude, para mí
sería un inmenso placer ayudarlo.
Rafael se levantó y le dio un abrazo, a la
vez que le manifestaba: —Gracias Jorge, ahora entiendo lo que está
sucediendo, la vida me está enseñando y he estado cosechando lo que he sembrado.
Usted como persona junto con lo que me está sucediendo, están dejando en mi la
mejor lección de vida: Por nada en el mundo, hay que perder la humildad. Me ha
sorprendido usted, esperé más de otros y menos de usted, estaba muy equivocado.
Creí que iba a ser vengativo
Jorge miro el reloj y le dijo a Rafael: —Me
encantaría seguir hablando con usted, pero tengo mil cosas por hacer, si lo que
le he dicho le ayuda a abrir las páginas del libro de su vida, me siento muy
halagado, y ya sabe, si le interesa mi oferta, también está abierta.
—Gracias Jorge, si le sirvo desde ahora,
solamente dígame en que puedo ayudarlo. —Contestó Rafael.
Al pasar el tiempo Jorge permitió que Rafael
se convirtiera en su socio, pues el ya sabía que su anterior jefe, acababa de
pasar el proceso de formación más importante de la vida, terminó una vivencia
que le confirió el doctorado en Humildad.
La tenacidad de Jorge, su perseverancia y
ante todo ese sentido de hacer lo correcto, junto con el cambio de Rafael y
toda su experiencia y conocimiento en la organización y dirección empresarial,
hicieron de la firma una empresa de éxito.
Recuerda, cuando empieces el ascenso de tu
vida, se humilde y generoso con los que encuentres a tu lado, pues cuando llega
el momento del descenso, te los volverás a encontrar.
Autor: Tito González S.
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