EL HOMBRE POBRE
Un hombre que vivía en una pintoresca
aldea en el seno de una linda y amorosa familia, cierto día, empujado por rumores
de un tesoro escondido y abrumado por los sentimientos de pobreza, decidió ir
en la búsqueda de dicha fortuna.
Tomó unos manuscritos
heredados por su abuelo, que de acuerdo a lo que se rumoraba, en ellos se
señalaba el mapa del tesoro, indicando la ruta que había que continuar para
apropiarse de la fortuna tan apreciada, la que de acuerdo a lo que siempre se decía,
esta se encontraba oculta en las montañas.
Abandonó a su familia, empujado
por el deseo intenso de conseguir la tan anhelada riqueza, algo que desde hacía
varias generaciones se murmuraba sin que nadie se atreviera a ir en su búsqueda,
ya que también se decía que se trataba de un mito de los ancianos.
Pero para todo hay alguien
decidido, y esta vez el esposo y padre de familia con el ánimo de mejorar su situación
económica, tomó la decisión, se hallaba motivado por el interés de hacerse el
hombre más rico y famoso de toda la comarca, cambiando de raíz su sentida
pobreza o limitaciones económicas.
Sin que nadie volviera a
saber nada de él, pasaron varios años antes de encontrar algún indicio de su
tan anhelado tesoro, hasta que por fin encontró las primeras señales que le
mostraba el mapa del tesoro.
Con el entusiasmo propio de
una persona que siente cerca su lo que busca, continuó internándose mucho más
en una selva inexplorada en lo más recóndito de la montaña, hasta que por fin
se topó con lo que buscaba.
Una mina de diamantes localizada
entre dos grandes montañas, a la que había que llegar atravesando una torrentosa
y espumante cascada, después de desafiar un camino complejo y peligroso.
Desbordó de felicidad, sus ojos
brillaron al ver tantas piedras preciosas que le significaban la riqueza;
corrió por todas las cavernas y túneles que conformaban la mina, y por donde
pasaba brillaban las grandes vetas de este majestuoso y nunca imaginado fantástico
tesoro.
Gritó, lloró y se embriagó
de dicha hasta que el cansancio logró rendirlo hasta quedar tendido en el
suelo.
Al despertar, se dedicó a
tomar una buena cantidad de piedras preciosas, pudo escoger las mejores, las más
brillantes, las más grandes; estaba solo y toda esa fortuna era para él sin
tener que compartirla con otras personas.
Para su mala suerte, o por
causa de su ambición y codicia, cuando quiso salir de la caverna, se percató
que estaba perdido. La emoción por encontrar la mina y la búsqueda de las
mejores piedras, no le permitieron que hiciera alguna marca o estableciera algún
tipo de orientación de las cavernas y lugar recorridos.
Perdido y sin encontrar la
salida, en la caverna vivió por muchos años, entre la abundancia de miles de piedras
preciosas que con sus brillos le recordaban a sus seres queridos y a sus buenos
amigos.
En su soledad, para evitar
la locura, empezó a hablar con las mismas piedras a las que les colocó los
nombres de su sus amigos y familiares.
Con el tiempo se le
reflejaba su tristeza y los años, cada vez se hacía más viejo, exhibiendo para
el mismo una fina barba que se destacaba entre sus harapos.
Escapar de eso que llamaba
su prisión, su mayor deseo con el tiempo era encontrar nuevamente la salida,
perdiendo el interés total por el tesoro encontrado.
Añoraba un abrazo, y todos
los días en voz alta manifestaba: Daria todo lo que tengo por el beso de mi
esposa y el abrazo de mis hijos, por la compañía de mis seres queridos y el
calor humano que me brindaban mis amigos y familiares cuando estaba en el pueblo.
Algunas veces lloraba en
silencio atormentándose por el día que se llenó de valor para tomar esa decisión
tan equivocada, buscar el tesoro: Tenia el mayor tesoro a mi lado y lo perdí sin
saber lo mucho que valía.
Se sentía totalmente
perdido, después de muchos años ya no le importaba hacia donde se dirigía, había
creado su propio mundo a solas por lo que una vez tomó la decisión de estimular
nuevamente su espíritu aventurero, y sin cargar piedra alguna, se puso a
caminar así llegara a lo más profundo a un nuevo espacio todavía no conocido.
Después de muchos días de
caminar y teniendo claro que lo que hacía no le llevaría a ningún lugar más que
a otro profundo pasillo, cierta vez, después de haber dormido buen rato, se
levantó para continuar su errante vagar entre la caverna, pero no muy lejos
divisó una luz que le señalaba la salida.
Fue como un nuevo nacer,
podía divisar y sentir la fragancia de un nuevo amanecer, se terminaba el martirio
que lo atrapó en la soledad y el abandono.
Una vez afuera de la cueva,
y sin dudarlo, corrió en la búsqueda de aquellos que dejó hace muchos años, con
la esperanza de volverlos a encontrar y hallar en ellos el calor y afecto que
nos hace ricos.
Después de una larga
travesía, muy acabado y desvalido, se pudo reencontrar con sus familiares quedando
aturdido por ese cálido y amoroso recibimiento que le dieron, entendiendo que la
avaricia era la puerta de un entierro en vida, que le quitó por muchos años su
mayor tesoro.
Autor: Tito González S.
Comentarios
Publicar un comentario